sábado, 4 de octubre de 2008

MISTERIOS DOLOROSOS (Martes Viernes)

MISTERIOS DOLOROSOS


1. La oración de Jesús en el Huerto. La Oración de Jesús en Getsemaní.
La Opción al sacrificio.

En la gran oración al Padre, Jesús encuentra fuerza, confianza y un ángel es enviado a confortarlo. Entonces Jesús es nuestro ángel confortador. Es como Él nos dijo: "Porque se preocupan en las dificultades? Sean fuertes en mí, miren a su Dios en las horas más dolorosas, y triunfarán." Permítenos encomendarnos a Dios para siempre cumplir su mandato.

La oración del Señor.
Jesús quiere preparar el momento de su entrega total para salvar al hombre, y lo hace rezando, elevando su mente y su corazón al Padre. Es un diálogo lleno de abandono, y de confianza, sabiendo poner todo en sus manos. Te pido, Señora y Madre mía, que sobre todo en las circunstancias difíciles, crezca mi unión con Dios, y me abandone plenamente en Él.

Conversión del corazón.
En la agonía, Jesús nos invita a acompañarle a Getsemaní para permanecer con él pues está en agonía hasta el fin del mundo. Nos invita a perseverar en la oración para no caer en la tentación. Volvámonos hacia la Santísima Virgen y ella nos hará entrar en la oración de Jesús, pues la oración de María en la Anunciación es la misma que la de Jesús en el Huerto de los Olivos: ambos desaparecen, como cada una de las personas de la Santísima Trinidad, para que la voluntad de Dios pueda realizarse en ellos.


2. La flagelación del Señor. Jesús es condenado a muerte.
El dominio corporal.

Cuanto dolor, tormentos y heridas en el cuerpo de Jesús? Si aprono sul corpo. Cuanta sangre cayó al suelo, mientras sus verdugos reían, lo insultaban, y reunían sus fuerzas para volver a golpear el inocente cuerpo de Jesús? Permítenos aceptar los insultos por amor a nuestro Señor y arrepentirnos de nuestros pecados.

La entrega exige sacrificio.
Jesús es azotado sin compasión, y no se queja. Nosotros también nos encontraremos, de una forma u otra, con dificultades y contradicciones, que nos golpearán por fuera o por dentro. ¿Qué actitud podemos tomar? ¿La rebeldía? ¿El reproche a Dios? Madre Nuestra, Madre mía, enséñame a hacer de las incomodidades, de los problemas, de los reveses de la vida, una forma de crecer y de amar sin condiciones.

Llevamos en nuestro cuerpo las marcas de la Pasión.
Sobre la espalda de Cristo han trazado largos surcos y su sangre ha salpicado las paredes del pretorio, pero él no ha endurecido su rostro ante los que le mesaban la barba,. Frente a la dureza del corazón de los hombres, ofreció la infinita dulzura del corazón de Dios, diciendo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".
Señor, tú que asocias a llevar en nuestro cuerpo las marcas de tu Pasión y nos concedes también vivir con hombres y mujeres que reviven tu Pasión en su carne y en su corazón, concédenos no endurecernos ante nuestro sufrimiento o el de nuestros hermanos. María, danos la dulzura de tu corazón compasivo para que podamos vendar todas esas heridas.


3. La coronación de Espinas.
La rectitud mental.

Piensa en la indignaciones, ofensas, y humillaciones que Jesús sufrió. Lo maltrataron, fué tratado como el culpable de nuestros peores pecados. Parece decirnos "Porque te desesperas cuando sufres? Es esa la manera en que me amas? Medita mi pasión y encuentra en ella un rico alimento espiritual." Permítenos pedir el regalo de la paciencia y aceptar todas la humillaciones, pensando como Jesús sufrió por nosotros.

Un reinado de amor.
Aquellos hombres, que no se dan cuenta de que tienen delante al Hijo de Dios, siguen su burla, y lo coronan de espinas. Sin embargo allí, delante de ellos, humilde, respetando hasta ese extremo su libertad, el Rey de cielos y tierra les deja hacer. ¿Dónde está el verdadero reinado? ¿En el triunfo humano, en las alabanzas? Virgen y Madre, ayúdanos a reconocer la grandeza de reinar no avasallando a los demás, sino brindándoles amor sin pedir nada a cambio.

Humildad de Corazón. Señor, te vemos coronado de espinas aunque eres el Rey de la gloria; pero tu realeza no es de este mundo y los que te encarnecen o se burlan de ti no tendrían ningún poder si no se lo hubieran dado de arriba. Hoy también los poderosos persiguen y torturan a los justos tratándoles de locos, a veces en nombre mismo de su fe.
Señor, a todos los que son perseguidos por los hombres o que sufren torturas morales o depresiones, dales la humildad del amor, la fuerza más poderosa de todas. Haz que puedan encontrar en su camino a la Virgen o a la Verónica acogiendo en su corazón sus rostros desfigurados por los golpes y los latigazos.


4. Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario.
Jesús carga con la Cruz a cuestas.
La Paciencia.

Aún y cuando Jesús hubiera sufrido solo por ti, Jesús hubiera aceptado tales dolores, grande es su amor por ti. A lo largo del camino al Calvario, Jesús ve a su Madre. Podremos imaginarnos el momento cuando sus ojos se encontraron? O cuanto su corazón debió haber sentido dolor. Permítenos pedir María la gracia de siempre aceptar nuestra cruz, para que María y Jesús puedan soportarlo.

La cruz que Tú me mandes.
Jesús carga con la cruz, una cruz que no es suya, porque es la cruz de nuestros silencios, de nuestros desprecios, de nuestros pecados. Y la lleva para que la nuestra sea menos pesada. Nos encontramos con la cruz y la rechazamos, a veces con arrogancia, sin darnos cuenta de que Jesús la ha santificado, y quiere que sea nuestra santificación. Madre dolorosa, que no pasemos por alto nada que nos haga semejante a tu Hijo, por doloroso que sea.

Llevar la Cruz con Cristo.
Oímos a veces la invitación a llevar nuestra cruz como una llamada a la generosidad. Nos gustaría llevar nuestra cruz con valentía y gloriosamente aunque experimentemos cada día la debilidad de caer, como Jesucristo cayó tres veces en el camino del Calvario. Así nos muestra el camino que nos llevará de la humillación a la humildad.
Señor, tu no has tenido necesidad de rechazar la debilidad para ser fuerte, pues tu fuerza no es tuya, sino del Padre y tú has querido que se manifestara por tu propia debilidad. Concédenos encontrar en nuestro camino a María, la Madre de la misericordia, que nos enseñe a gozarnos de nuestra debilidad para que a través de ella se manifieste el poder de Dios.


5. La crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
La aceptación de la Voluntad Divina.

Jesús desea vernos cerca de María, su Madre, Él desea que, como niños, mantengamos nuestra mano unida a la de María. Esto es lo que el quiere. El nos pide que nos encomendemos a la Virgen María. El nos pide reconocer a Nuestra Señora como Nuestra Madre, quién encenderá en nosotros un amor ferviente a su hijo. María, nosotros creemos en ti, tómanos y llévanos al refugio de tu Inmaculado Corazón, alivia nuestra soberbia con tu humildad, que es la que nos aparta de Dios.

Gratitud ante la redención.
En el monte Calvario crucifican a Jesús, como un malhechor, como un bandido. Es el precio de nuestra redención. Abre sus brazos y quiere estrechar con ellos a todos los hombres, para decirles hasta dónde llega el amor de Dios. Virgen de la Soledad, que contemplaste a tu Hijo en la cruz, enséñanos a ser agradecidos, a responder generosamente al amor que Dios nos ha mostrado.

Dejarse atraer por Jesús en la Cruz.
En la cruz, Jesús está totalmente unido a su Padre en una oración trágica de abandono que le empuja a poner su vida entre sus manos. Su oración culmina en el grito que no cesa de resonar en el corazón de los que tienen oídos para escuchar y ojos para contemplar.
Al mismo tiempo, mira a su Madre a la que asocia a su Pasión dolorosa y gloriosa para hacer de ella la Madre de todos los hombres. María está allí de pie al pie de la cruz, y mira también a su Hijo con un amor de compasión, de tal manera que sus corazones están quebrantados en el mismo amor trinitario.
Oh María, a ti te ha enseñado el Espíritu Santo a no mirarte a ti misma, sino a fijar la mirada en tu Hijo en la cruz, de tal manera que has sufrido el martirio de la crucifixión, enséñanos la verdadera compasión, que se deja atraer por tu Hijo levantado sobre la tierra. Deposita en nuestros corazones tu amor de compasión para con nuestros hermanos que sufren.

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