lunes, 6 de octubre de 2008

¿Cómo se reza el Rosario?



¿Cómo se reza el Rosario?

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

sábado, 4 de octubre de 2008

MISTERIOS GLORIOSOS (Miércoles, Domingos)

MISTERIOS GLORIOSOS

1. La gloriosa resurrección del Hijo de Dios.
La virtud de la Fé.

Jesús resucitado ha probado que el hombre junto a él tiene poder sobre el pecado y sobre la muerte. Jesús, ayúdanos a resucitar, sálvanos del pecado, del enemigo, dános Tu luz, dános Tu Alegría. Reaviva en nosotros el amor, la fé, la esperanza, y el regalo de la oración. Permítenos pedir a la Virgen María una fé inquebrantable.

El triunfo de Jesús.
Es el primer día de la semana y las mujeres quieren hacer el último servicio al Señor: ungir su cuerpo. Y se encuentran con algo más de lo que podían esperar: el sepulcro vacío. Cristo ha vencido a la muerte y queda así culminada la redención. Nos alegramos contigo, Madre nuestra, y te pedimos a ti, que supiste estar al pie de la cruz, que sepamos mantener firme la esperanza en la victoria de Cristo.

Fé en Cristo.
En el misterio de Pascua, contemplamos el poder del Espíritu Santo que resucitó a Jesús de entre los muertos y nuestro corazón se llena con la alegría que maría experimentó al escuchar la palabra del ángel de la Anunciación "Alégrate María , llena de gracia". En adelante, Jesús está vivo y cada uno de nosotros puede encontrarlo en el camino como los discípulos de Emaús; pero el encuentro más profundo que podemos tener con él, es experimentar que habita y vive en el interior de nuestro corazón por la paz y la alegría del Espíritu Santo que se derrama en nosotros.


2. La ascensión del Señor a los cielos.
La Ascensión de Jesús al Cielo.
La virtud de la Esperanza.

Jesús, no has abandonado a Tus apóstoles en la agonía, y les has otorgado el gozo de contemplarte ‘glorificado’ durante 40 días. Después de tu Ascensión, gratificas a aquellos que te buscan al recibir la Eucaristía. A través de María nosotros creemos en ti. María otórganos el regalo de la esperanza.

La llamada al apostolado.
Jesús ha estado con sus discípulos cuarenta días para darles la alegría de su compañía, y las últimas instrucciones. Pero llega el momento de la despedida, es el momento de actuar, de llevar el mensaje de Cristo por todos los rincones del mundo. Virgen María, que sepamos estar muy llenos de Dios, y que sintamos la urgente responsabilidad de prender con el fuego de su amor a todos los que encontremos en nuestro camino.

Entrar en la oración de Cristo Padre.
Jesús vino del Padre para revelarnos su misericordia y vuelve al Padre en la gloria. La gloria de Cristo en la cruz es la del amor misericordioso infinitamente herido por el endurecimiento del corazón del hombre. Sentado as la derecha del padre, Jesús ha tomado un nuevo nombre: se ha hecho misericordia. Por eso continúa su obra de misericordia en la actividad suprema que es la intercesión (Heb 7,25). No se trata de la humilde intercesión de Cristo en los días de su carne, sino de la intercesión de Aquel que ha sido entronizado a la derecha de Dios y que ha recibido un nombre sobre todo nombre.


3. La venida del Espíritu Santo sobre el Colegio apostólico y María Santísima.
El Amor Divino.

Jesús, infúndenos con el Consolador, El Espíritu Santo, enciéndenos con la Luz de tu Espíritu, con su fuerza nos penetre hasta el fondo de nuestro corazón y alivie nuestras penas. Envíanoslo para que llene nuestros corazones con tu amor. Háznos apóstoles tuyos, amado Señor. Virgen María permítenos el regalo del verdadero amor y el regalo de la oración del corazón. "Ven Espíritu Santo, Ven a nosotros por medio de la intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu bien amada esposa." .

El nacimiento de la Iglesia. Los apóstoles se quedan en Jerusalén esperando la venida del Espíritu Santo, y María, en medio de ellos, les enseña a perseverar en la oración. Es así como nace la Iglesia, para hacer presente a Dios en medio de los hombres a lo largo de toda la historia. Enséñanos María, tú que eres Madre de la Iglesia, a ver en ella no una institución lejana, sino la casa común de los creyentes, que ha querido Dios para llevar al mundo su mensaje de salvación.

La efusión del Espíritu Santo. Jesús debía dejarnos para enviarnos el Espíritu Santo y hacernos compartir el secreto que guarda con su Padre. Tenemos absoluta necesidad del Espíritu Santo para invocar a Jesús nuestro Señor y nuestro amigo, y pronunciar con un espíritu filial el nombre del Padre. Es el quien nos hace penetrar y morar en el corazón de la Santísima Trinidad para ser en Jesús adorador e intercesor. Jesús quiso que el Espíritu Santo viniera en respuesta a la súplica de María, reunida con los apóstoles en el Cenáculo. Volvámonos hacia ella para obtener este Espíritu consolador que nos dé a conocer al Padre y nos releve al Hijo.
María, tú que permaneciste diez días en el Cenáculo con los apóstoles y tu confianza atrajo el fuego del Espíritu sobre la Iglesia naciente como había permitido la Encarnación del Hijo de Dios en tu seno, en la Anunciación, alcánzanos la gracia de permanecer y perseverar en la súplica para que el fuego del Espíritu Santo prenda en el corazón de los hermanos de la Iglesia.


4. La asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma a los cielos. La Asunción a los Cielos de la Bienaventurada Virgen.
La Buena Muerte.

Ahora que María es llevada al cielo, ella pide por sus hijos e hijas, ésos hijos e hijas que Jesús puso en sus manos cuando Él estaba en la cruz. María, ruega por nosotros, sabes nuestros temores, llévanos a tu corazón, corazón de madre. Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte llévanos contigo al cielo. Te pedimos una devoción a tu Inmaculado Corazón que será nuestro refugio en nuestras tribulaciones.

La esperanza del cielo. Tú, María has sido creada por Dios como la más excelsa de las criaturas, y ahora el Señor no ha querido que tú, su Madre Santísima, conocieras la corrupción del sepulcro, por eso te abre las puertas del cielo. Eres así nuestra esperanza más firme, porque nos muestras un anticipo de lo que será nuestra resurrección gloriosa. Que tengamos en nuestro corazón esos anhelos de cielo para estar, junto a ti, contemplando el rostro de Dios.

La gracia de morir en oración. En María contemplamos la creación transfigurada y al hombre en la gloria del Padre. Desde nuestro bautismo, estamos habitados por este germen de gloria que gime todavía con dolores de parto, esperando la redención de nuestro cuerpo en nuestra Pascua. "Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejante a él, porque le veremos tal cual es" (1 Jn 3,2)


5. La Coronación de María Santísima como Reina y Señora de todo lo creado
La Coronación de la Santísima Virgen María como Reina del Cielo.
La intercesión de Nuestra Madre.

María permítenos llamarte, permítenos amarte, permítenos confiar en ti, porque te nos has dado. Te tenemos como madre en el cielo que también eres Reina; así que nosotros necesitamos avocarnos a ella con una fé inmensa y esperanza. Si pedimos algo mientras rezamos el Santo Rosario, nos será otorgado. Pídele el regalo de la oración, una oración de corazón, dilo solo por amor, una amor por ella y por Jesús. También permítenos pedir por la perseverancia de la oración, para estar siempre unidos a tu corazón y por lo tanto al corazón de Jesús.

La intercesión de María.
Padre, Hijo y Espíritu Santo han salido a tu encuentro para coronarte, porque eres Reina de cielos y tierra. Ante ti, María los ángeles y los santos te colman de su alabanza, porque eres Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad. Por eso, porque eres la omnipotencia suplicante, acudimos a ti María, sabiendo que no vas a desechar nuestras súplicas, Virgen gloriosa y bendita.
Entregarnos a la oración de Maria. "Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (Ap 12,1). Asociada a la gloria de su Hijo resucitado, María se nos aparece en la gloria del cielo como la nueva Eva, la mujer perfecta que ha coronado la victoria de la fe. Es la Purísima y la Santísima. Como siempre dijo "sí" a Dios en la tierra, Dios responde "sí" a cada una de sus oraciones. Es la Omnipotencia Suplicante que intercede sin cesar por nosotros ante el Padre, en nombre de su Hijo. Por su oración, nos alcanza el don por excelencia, el del Espíritu Santo que hace de nosotros sus hijos.
Cuando los Apóstoles esperaban el Espíritu Santo, uniste tu súplica a la de sus discípulos, convirtiéndote así en el modelo de la Iglesia en oración. Elevada en la gloria del cielo, acompañas y proteges a la iglesia con tu amor maternal en marcha hacia la patria, hasta el día de la venida gloriosa del Señor. Acoge nuestra súplica y pide para nosotros el Espíritu Santo que es el único que puede darnos la gracia de la oración.

MISTERIOS DOLOROSOS (Martes Viernes)

MISTERIOS DOLOROSOS


1. La oración de Jesús en el Huerto. La Oración de Jesús en Getsemaní.
La Opción al sacrificio.

En la gran oración al Padre, Jesús encuentra fuerza, confianza y un ángel es enviado a confortarlo. Entonces Jesús es nuestro ángel confortador. Es como Él nos dijo: "Porque se preocupan en las dificultades? Sean fuertes en mí, miren a su Dios en las horas más dolorosas, y triunfarán." Permítenos encomendarnos a Dios para siempre cumplir su mandato.

La oración del Señor.
Jesús quiere preparar el momento de su entrega total para salvar al hombre, y lo hace rezando, elevando su mente y su corazón al Padre. Es un diálogo lleno de abandono, y de confianza, sabiendo poner todo en sus manos. Te pido, Señora y Madre mía, que sobre todo en las circunstancias difíciles, crezca mi unión con Dios, y me abandone plenamente en Él.

Conversión del corazón.
En la agonía, Jesús nos invita a acompañarle a Getsemaní para permanecer con él pues está en agonía hasta el fin del mundo. Nos invita a perseverar en la oración para no caer en la tentación. Volvámonos hacia la Santísima Virgen y ella nos hará entrar en la oración de Jesús, pues la oración de María en la Anunciación es la misma que la de Jesús en el Huerto de los Olivos: ambos desaparecen, como cada una de las personas de la Santísima Trinidad, para que la voluntad de Dios pueda realizarse en ellos.


2. La flagelación del Señor. Jesús es condenado a muerte.
El dominio corporal.

Cuanto dolor, tormentos y heridas en el cuerpo de Jesús? Si aprono sul corpo. Cuanta sangre cayó al suelo, mientras sus verdugos reían, lo insultaban, y reunían sus fuerzas para volver a golpear el inocente cuerpo de Jesús? Permítenos aceptar los insultos por amor a nuestro Señor y arrepentirnos de nuestros pecados.

La entrega exige sacrificio.
Jesús es azotado sin compasión, y no se queja. Nosotros también nos encontraremos, de una forma u otra, con dificultades y contradicciones, que nos golpearán por fuera o por dentro. ¿Qué actitud podemos tomar? ¿La rebeldía? ¿El reproche a Dios? Madre Nuestra, Madre mía, enséñame a hacer de las incomodidades, de los problemas, de los reveses de la vida, una forma de crecer y de amar sin condiciones.

Llevamos en nuestro cuerpo las marcas de la Pasión.
Sobre la espalda de Cristo han trazado largos surcos y su sangre ha salpicado las paredes del pretorio, pero él no ha endurecido su rostro ante los que le mesaban la barba,. Frente a la dureza del corazón de los hombres, ofreció la infinita dulzura del corazón de Dios, diciendo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".
Señor, tú que asocias a llevar en nuestro cuerpo las marcas de tu Pasión y nos concedes también vivir con hombres y mujeres que reviven tu Pasión en su carne y en su corazón, concédenos no endurecernos ante nuestro sufrimiento o el de nuestros hermanos. María, danos la dulzura de tu corazón compasivo para que podamos vendar todas esas heridas.


3. La coronación de Espinas.
La rectitud mental.

Piensa en la indignaciones, ofensas, y humillaciones que Jesús sufrió. Lo maltrataron, fué tratado como el culpable de nuestros peores pecados. Parece decirnos "Porque te desesperas cuando sufres? Es esa la manera en que me amas? Medita mi pasión y encuentra en ella un rico alimento espiritual." Permítenos pedir el regalo de la paciencia y aceptar todas la humillaciones, pensando como Jesús sufrió por nosotros.

Un reinado de amor.
Aquellos hombres, que no se dan cuenta de que tienen delante al Hijo de Dios, siguen su burla, y lo coronan de espinas. Sin embargo allí, delante de ellos, humilde, respetando hasta ese extremo su libertad, el Rey de cielos y tierra les deja hacer. ¿Dónde está el verdadero reinado? ¿En el triunfo humano, en las alabanzas? Virgen y Madre, ayúdanos a reconocer la grandeza de reinar no avasallando a los demás, sino brindándoles amor sin pedir nada a cambio.

Humildad de Corazón. Señor, te vemos coronado de espinas aunque eres el Rey de la gloria; pero tu realeza no es de este mundo y los que te encarnecen o se burlan de ti no tendrían ningún poder si no se lo hubieran dado de arriba. Hoy también los poderosos persiguen y torturan a los justos tratándoles de locos, a veces en nombre mismo de su fe.
Señor, a todos los que son perseguidos por los hombres o que sufren torturas morales o depresiones, dales la humildad del amor, la fuerza más poderosa de todas. Haz que puedan encontrar en su camino a la Virgen o a la Verónica acogiendo en su corazón sus rostros desfigurados por los golpes y los latigazos.


4. Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario.
Jesús carga con la Cruz a cuestas.
La Paciencia.

Aún y cuando Jesús hubiera sufrido solo por ti, Jesús hubiera aceptado tales dolores, grande es su amor por ti. A lo largo del camino al Calvario, Jesús ve a su Madre. Podremos imaginarnos el momento cuando sus ojos se encontraron? O cuanto su corazón debió haber sentido dolor. Permítenos pedir María la gracia de siempre aceptar nuestra cruz, para que María y Jesús puedan soportarlo.

La cruz que Tú me mandes.
Jesús carga con la cruz, una cruz que no es suya, porque es la cruz de nuestros silencios, de nuestros desprecios, de nuestros pecados. Y la lleva para que la nuestra sea menos pesada. Nos encontramos con la cruz y la rechazamos, a veces con arrogancia, sin darnos cuenta de que Jesús la ha santificado, y quiere que sea nuestra santificación. Madre dolorosa, que no pasemos por alto nada que nos haga semejante a tu Hijo, por doloroso que sea.

Llevar la Cruz con Cristo.
Oímos a veces la invitación a llevar nuestra cruz como una llamada a la generosidad. Nos gustaría llevar nuestra cruz con valentía y gloriosamente aunque experimentemos cada día la debilidad de caer, como Jesucristo cayó tres veces en el camino del Calvario. Así nos muestra el camino que nos llevará de la humillación a la humildad.
Señor, tu no has tenido necesidad de rechazar la debilidad para ser fuerte, pues tu fuerza no es tuya, sino del Padre y tú has querido que se manifestara por tu propia debilidad. Concédenos encontrar en nuestro camino a María, la Madre de la misericordia, que nos enseñe a gozarnos de nuestra debilidad para que a través de ella se manifieste el poder de Dios.


5. La crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
La aceptación de la Voluntad Divina.

Jesús desea vernos cerca de María, su Madre, Él desea que, como niños, mantengamos nuestra mano unida a la de María. Esto es lo que el quiere. El nos pide que nos encomendemos a la Virgen María. El nos pide reconocer a Nuestra Señora como Nuestra Madre, quién encenderá en nosotros un amor ferviente a su hijo. María, nosotros creemos en ti, tómanos y llévanos al refugio de tu Inmaculado Corazón, alivia nuestra soberbia con tu humildad, que es la que nos aparta de Dios.

Gratitud ante la redención.
En el monte Calvario crucifican a Jesús, como un malhechor, como un bandido. Es el precio de nuestra redención. Abre sus brazos y quiere estrechar con ellos a todos los hombres, para decirles hasta dónde llega el amor de Dios. Virgen de la Soledad, que contemplaste a tu Hijo en la cruz, enséñanos a ser agradecidos, a responder generosamente al amor que Dios nos ha mostrado.

Dejarse atraer por Jesús en la Cruz.
En la cruz, Jesús está totalmente unido a su Padre en una oración trágica de abandono que le empuja a poner su vida entre sus manos. Su oración culmina en el grito que no cesa de resonar en el corazón de los que tienen oídos para escuchar y ojos para contemplar.
Al mismo tiempo, mira a su Madre a la que asocia a su Pasión dolorosa y gloriosa para hacer de ella la Madre de todos los hombres. María está allí de pie al pie de la cruz, y mira también a su Hijo con un amor de compasión, de tal manera que sus corazones están quebrantados en el mismo amor trinitario.
Oh María, a ti te ha enseñado el Espíritu Santo a no mirarte a ti misma, sino a fijar la mirada en tu Hijo en la cruz, de tal manera que has sufrido el martirio de la crucifixión, enséñanos la verdadera compasión, que se deja atraer por tu Hijo levantado sobre la tierra. Deposita en nuestros corazones tu amor de compasión para con nuestros hermanos que sufren.

MISTERIOS DE LA LUZ O LUMINOSOS (Jueves)

MISTERIOS DE LA LUZ O LUMINOSOS


1. El bautismo de Jesús en el río Jordán.

Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En él, mientras Cristo, como inocente que se hace 'pecado' por nosotros (cf. 2 Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17 par.), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le espera.

Jesús es la luz y el agua que da la vida nueva; quien sacia su sed en él, jamás tendrá necesidad de otra satisfacción. Contemplar este misterio nos debe llenar de la luz que necesitamos para superar los momentos de tinieblas que se nos pueden presentar en el andar cotidiano y colmarnos de una esperanza cierta. Vivir según las enseñanzas de Jesús no garantiza que no vamos a tener pesares y dolor. Siempre estarán presente los contratiempos, las enfermedades, las crisis; sí nos garantiza que, en medio de esas tinieblas, contamos con la luz de Jesús que jamás nos abandona y nos regala su gracia para superar la oscuridad.

Juan es el Precursor. El sabe quien es y conoce su misión. Aunque la multitud le sigue y aclama, no se aparta un ápice de lo que es su papel en el plan de Dios. Reconoce al Mesías que llega al Jordán entre los pecadores, como si fuese uno más. Jesús da el mismo paso que el pueblo sencillo y creyente: se deja bautizar. Entonces el cielo se abre, y, a través de signos luminosos, se revelan hondas riquezas del misterio de Dios Trino: el Padre que manifiesta su indecible amor a su Predilecto, y el Espíritu que se muestra como paloma de fuego y paz. Cristo puede ahora iniciar su vida pública y anunciar su reino.
Has manifestado, Padre, tu infinito amor por tu Divino Hijo e Hijo de María según la carne. A todos los bautizados en el nombre de Jesús reúnelos, por tu Espíritu Santo, en la unidad plena. Danos esta gracia “para que el mundo crea”. Bendice a los catecúmenos, a los recién bautizados, a sus padres y padrinos, para que el cirio vacilante de la fe se convierta en una llama viva. Amén.


2. La autorrevelación de Jesús en el milagro de las bodas de Caná.


Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente.

¿Qué nos dice Jesús? ¿Cuáles son las tinajas que debemos llenar de agua para que él haga el milagro? Cada uno debe conocer y reconocer sus talentos -sus tinajas- y llenarlas de agua generosamente; con ella, Jesús hará el milagro y convertirá nuestro "poco" en "mucho".
Los hombres tenemos la misión de construir un mundo mejor, pero solos, con nuestras fuerzas, no podemos; necesitamos que Jesús complete la tarea. Debemos poner todo de nuestra parte y confiar que él hará el resto. Debemos hacer nuestro esfuerzo y confiar en que "nuestra agua" va a "ser vino" en las manos de Jesús.

El primer milagro no consiste en sanar a un enfermo o resucitar a un muerto. Su primer signo mesiánico es alegrar una fiesta de matrimonio. Transforma 600 litros de, legua de vino. Manifiesta así la abundancia de alegría que él trae para el hombre. A su madre la llama con palabra inusual “mujer”. También en el Calvario la llamará así, indicando que es la Nueva Eva junto a él, el Nuevo Adán. María ejerce su inmenso poder de intercesión. Por ella, él adelanta su hora. La Virgen nos deja el programa de toda vida cristiana: “Haced lo que él os diga”. En Caná se alumbró la fe de los apóstoles.


3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión.


Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Mc 1, 15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (cf. Mc 2. 3-13; Lc 47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia.

La presencia de Jesús en la historia cambia todo. Nadie puede quedar cautivo; nada debe cercenar nuestra libertad; ni la manipulación ideológica, ni los medios de comunicación social, ni la ambición desmedida, ni la economía despiadada. Nadie debe permanecer en la oscuridad de la ceguera que impide descubrir y ver el verdadero sentido de la vida. Ninguna opresión debe impedir que la persona crezca gozando plenamente de sus derechos y viviendo con dignidad.

Una vez encarcelado Juan, Jesús marchó a Galilea, a fin de proclamar la Buena Nueva de Dios: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio”.
El Santo Padre Juan Pablo II nos explica este pasaje con palabras luminosas: Jesús anuncia la llegada del Reino. Invita a la conversión, perdonando los pecados a quienes se acercan a él con humilde fe. Inicia así su ministerio, su actividad de servicio misericordioso, que continuará ejerciendo hasta el final de los tiempos. Lo hará muy especialmente a través del sacramento de la reconciliación. (Rosarium Virginis Mariae, 21).
Señor Jesús, tu esposa, la Iglesia, prolonga tu anuncio del Reino. Los signos de los tiempos nos han llamado a la Nueva Evangelización. Por tu Espíritu Santo, conviértenos continuamente a una vida de penitencia y santidad. Que tu Paloma de Fuego nos encienda para iluminar con la Buena Noticia todos los ámbitos del hombre y todas las regiones de la tierra. Que, por la intercesión de Mana, Reina del Universo, las naciones acojan tu Palabra de vida y construyan tu Reino de paz. Amén.


4. La transfiguración de Jesús

Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo « escuchen » (cf. Lc 9, 35 par.) y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo.

¡Qué bien se está junto a Dios! Dichosos aquellos que son capaces de percibirlo y sentirse plenos. Dichosos porque, lamentablemente, no todos están preparados para gozar de las cosas de Dios, para disfrutar con las cosas de Dios. Quienes pueden colmarse con la plenitud de la presencia del Señor es porque han ido afinando su espíritu para aprovecharlo; contemplemos, entonces, la divinidad de Jesús para aprender a gozar con ella cada día más.

Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan. Los llevó a ellos a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos. Y sus vestidos se volvieron de un blanco muy luminoso. Aparecieron Elías y Moisés y conversaban con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Maestro, es bueno estar aquí. Vamos a hacer tres tiendas: para ti, para Moisés y para Elías.” Y se formó una nube que los cubrió. De la nube vino una voz: “Este es mi Hijo amado, escuchadle”. Jesús les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara;
Sólo Pedro, cabeza del colegio apostólico, Santiago y Juan contemplaron el abandono total de Jesús en Getsemaní. Él los preparó para la hora de la prueba dándoles un anticipo de la gloria de Pascua. El Padre se les manifestó revelando la intensidad divina de su amor al Hijo. Así pudieron entender que la cruz no es el ocaso final, sino un paso hacia el alba. Ello les permitirá explicar al mundo por que Cristo Resucitado tiene llagas tan luminosas como el sol de Tabor.


5. La institución de la Eucaristía.

Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad « hasta el extremo » (Jn13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.

Jesús quiso ser nuestro pan para quedarse entre nosotros. El pan que es fruto de la tierra y del trabajo de los hombres; un alimento sencillo, que no cansa aunque se coma todos los días, sacia el hambre y nutre.
Un producto que es el resultado de muchas manos que contribuyen a que llegue a la mesa: los que preparan la tierra, los que siembran, los que cosechan, los que trabajan en los molinos harineros, los que amasan y cocinan: pan nacido del esfuerzo de muchos y con destino de comunidad porque el pan que se comparte y reparte es el que se multiplica.
Jesús eligió hacerse pan para ser alimento de los hombres; quiso quedarse entre nosotros. Es un Dios cercano que, con su cuerpo y su sangre bajo las especies del pan y del vino, permanece acompañándonos en la forma sacramental. Un Dios cercano que es Verbo y, con su palabra en la Biblia, también está a nuestro lado.
Un Dios cercano que prometió que cuando dos o tres nos reuniéramos en su nombre, él iba a hacerse presente dejando así su luz entre los hombres para siempre.

La Eucaristía es fuente, centro y cumbre de la vida cristiana, alabanza del Hijo, por el Espíritu Santo, al Padre. Por ella nuestra salvación se renueva, se actualiza en el hoy de nuestra historia y adelanta la fiesta de la alegría completa. Jesús la instituyó cuando llevó “hasta el extremo” su entrega en el sacrificio redentor. Para hacer perdurable esta memoria de su misericordia, instituyó el sacerdocio. Toda la creación participa en los frutos de la tierra y del trabajo del hombre. Somos uno en el Cuerpo y en la Sangre. El es la Pascua, “para la vida del mundo”, Pan vivo en el camino, fiel Presencia en nuestros templos.
Dios Espíritu Santo, así como tu poder fecundó las entrañas de la Virgen Madre, de igual forma en cada Eucaristía transformas el pan y el vino. Concédenos que también nuestra existencia diaria, los esfuerzos y alegrías del trabajo de todos los hombres, sean ofrenda de alabanza al Padre de misericordia. Amen.

jueves, 2 de octubre de 2008

MISTERIOS GOZOSOS. (Lunes y Sabados)

MISTERIOS GOZOSOS


1. La encarnación del Hijo de Dios.
La Anunciación del Ángel a María.
La humildad.

Oh María gracias al ‘Sí' Tuyo nos has abierto las puertas del cielo, has aceptado la voluntad del Padre. Serás bendita por siempre: Tu intercesión es escuchada en el cielo porque has aceptado el plan de Dios. Permítenos orar para que seamos capaces de dar el ‘si' a Dios Padre a cada momento que Él nos lo pida. María ayúdanos a ser mansos y obedientes a la voluntad de Dios.

El "sí" de María
. Aquella jovencita de Nazaret no podía imaginarse que Dios la había elegido como Madre del Salvador. Por eso se sorprende del anuncio del ángel, que viene a decirle cuál es su vocación, lo que Dios espera de ella. Y María dice sí, un sí que va a cambiar la historia, porque en ese momento el Hijo de Dios se encarna en sus entrañas purísimas y empieza la redención. Enséñanos Madre Nuestra, Madre mía, a decir siempre que sí a Dios.

Humilde obediencia en la Fé
. En la palabra del ángel, Dios revela a María su designio de amor misericordioso para todos los hombres y ella se descubre al mismo tiempo como la llena de gracia, <la amada de Dios>. Si consiente, se convertirá en la Madre de Jesús y de todos sus hermanos: Jesús, el Salvador de los pobres, de los enfermos, de los pecadores. De momento, no tiene el conocimiento total del misterio y pregunta al ángel con humildad y adoración: <Cómo será esto> Le basta saber que el Espíritu Santo, el dueño de lo imposible, la tomará bajo su sombra para que consienta totalmente al poder de la Palabra de Dios, con disponibilidad absoluta.
María, enséñanos la obediencia de la fe, en la humildad de corazón, enséñanos a hacer la voluntad del padre en el abandono y la confianza para que nos convirtamos en madre y hermanos del Salvador, participando de tu misterio de compasión por la humanidad entera. Danos la gracia de la súplica para que sepamos entregarnos como tú.


2. La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel.
La virtud de la Caridad.

María visita a su prima Isabel: Ella lleva Dios a su prima, por el amor a sus hermanos y vecinos. Señor ayúdanos a llevar a Cristo a otros, como María lo hizo. María permítenos pedirte el regalo hermoso de la caridad.

María siempre dispuesta a servir
. Cuando María se entera de que su prima Isabel la necesita, porque es ya mayor y está esperando un hijo, no lo duda un momento, se pone en camino para prestarle su ayuda. No repara en que está lejos, en que tiene que cruzar los montes, porque las dificultades quedan allanadas por el amor. Y acude donde sabe que la necesitan. Señora y Madre mía, que aprenda de ti a estar siempre disponible para servir a los demás.

Humilde servicio a los Hermanos en la alabanza
. En cuanto María dijo <sí>, marchó a toda prisa a decir <sí> a su prima Isabel que le pide discretamente su ayuda. El primer servicio que hace a su prima es orar con ella, cantando las maravillas de Dios para con su humilde sierva. Ella traducirá luego su amor a Dios en él humilde servicio del trabajo cada día.
Dichosa eres María, porque has creído en la palabra de Dios. Has confiado tu fe dando gracias al Señor, que puso sus ojos sobre ti. Ayúdanos a orar, en la súplica y la acción de gracias, con aquellos a los que servimos cada día.


3. El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén. El Nacimiento del niño Jesús en Belén.
El desapego a lo material. Pobreza de Corazón.

El niño Jesús en el pesebre. María, José y los pastores lo adoran. Permítenos adorar a Cristo, el hijo de Dios, en el silencio de nuestra alma y en el fondo de nuestro corazón. Permítenos pedirte María que nos hagas amar cada vez más a Jesús y pedir el regalo de la pobreza de espíritu.

María da a luz al Salvador.
Los hombres le cierran las puertas al Hijo de Dios, que va a nacer en un portal, en pobreza extrema. María no se queja, sabe que lleva en sus entrañas la salvación del mundo, y acepta con gozo, humildemente, la voluntad de Dios. Y en una noche fría se deja calentar por el cariño de José y el calor de unos animales. Madre del Salvador, dile al Señor de mi parte que también quiero que nazca en mi pobre corazón.


4. La Purificación de Nuestra Señora.
La presentación de Jesús en el templo.
El ofrecimiento de nuestro ser al Padre.

Necesitamos poner atención a la voz de Dios, discernir su llamada y aceptar la misión que nos dé. Después de la profecía de Simeón, María lleva la herida del sufrimiento en su corazón, pero en silencio ella acepta la voluntad del Padre.

Toda pura es María.
María es Inmaculada, no hay en ella mancha alguna de pecado, porque Dios ha querido llenarla de todas las gracias. Ella que es Virgen y Madre, se acerca al templo para su purificación: no le importa someterse a las leyes de los hombres que no tenían vigencia para ella. Y en su humildad quiere mostrarnos el valor de la pureza. Madre purísima, enséñanos a vivir teniéndote a ti como modelo, dejando de lado las insinuaciones vacías del mundo.

Pureza de Corazón.
El fiat de la Virgen en la Anunciación la introdujo en el misterio de su Hijo; sus destinos se unieron inextricablemente, tanto en la vida como en la muerte. Al ofrecerse con él en el templo, el anciano Simeón levantó una esquina del velo y reveló a María que una espada le atravesaría el corazón. "A fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones" (Lc 2, 35). María no responde nada pero guarda estas palabras en su corazón para meditarlas en la oración.
María, en tu corazón traspasado contemplamos el costado abierto de tu Hijo en la cruz que nos hace entrever la gran herida del corazón de Dios ante los que se pierden. Danos la gracia de adorar a tu hijo crucificado en sus miembros que sufren.


5. El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.
El Celo Apostólico.

Permítenos meditar en esas veces que hemos estado lejos de Jesús, de ése Jesús quién con mucho amor ha muerto por nosotros. Permítenos entender que en las dificultades de la vida la única salvación es encontrar a Jesús y nunca alejarnos de su gran amor.

María acepta los planes de Dios.
¡Qué desasosiego el de María y José que no encuentran al niño Dios! Ellos, como nosotros en algunas ocasiones, perdemos de vista a Dios: ellos sin culpa por su parte, y sin embargo nosotros lo perdemos porque nos buscamos a nosotros mismos y vamos a lo nuestro. Que aprendamos de ti, María a buscar sin descanso al Señor, y aceptar sus planes, sabiendo dejar de lado los nuestros.

Búsqueda de Dios y de su Voluntad.
Durante tres días, Jesús estuvo perdido en el Templo de Jerusalén, igual que estuvo tres días amortajado en el interior de la tierra y de los infiernos. Pero su corazón permanece siempre con el Padre para hacer lo que le place. María enseñó a Jesús a vivir cada día el abandono alegre en la voluntad del Padre. A su vez, Jesús le invitó a una nueva noche que María no comprende, pero a la que consiente, porque decidió decir siempre "sí"
al Padre.
A lo largo de nuestra historia, nos vemos sorprendidos y angustiados por acontecimientos que desvían nuestros planes y trastornan nuestros proyectos. Concédenos el don de la oración para que podamos comprender la voluntad del padre y ajustarnos a ella en el abandono activo y alegre.